Las películas son mi medio favorito para sentir, soñar y detonar. Más allá de disfrutar de los grandes estrenos, atiburrados de efectos, luces y acrobacias, el cine que más disfruto es el cotidiano: la vida y su difícil simpleza. Lo humano y mundano, fuente de inspiración para cuestionar y cambiar.
Fue la mano de Dios, el devenir y su belleza. ¿Qué acaso este lugar no tiene nada que contar? Todo, ahí afuera, vive su propia historia. Fue Paolo Sorrentino, fue Diego Armando Maradona, no importa, son mis manos.
La familia, el mar, el juego, la tentación, el ejemplo, la sabiduría, el recuerdo, el valor, el camino. Un tren que tiene el mismo destino, pero que transporta infinidad de realidades.
La brisa que reconforta, la ventana cerrada. El placer inalcanzable, la ceniza del consuelo. ¡Vive! ¿Cuándo? Cuando estés. Eres joven, no estás loco.
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